Well people, este fic lo debo de tener hace noventa años jaja, y nunca lo termino. Recién tengo el primer capitulo ya que tengo que estar MUY inspirada para seguirlo, no se por qué.
Agradezco a Cal la parte subrayada, ella me dijo que así era mejor :B jaja
Espero les guste
...
Capitulo 1:
Allí estaba, boca arriba, desparramado en la cama. Con las sabanas tapándolo apenas. Tenía su marcado dorso al descubierto, solo un bóxer negro lo acompañaba. Su rubio cabello, permanecía completamente enmarañado de las vueltas y vueltas que realizaba dormido. Su tez pálida, reflejaba ya, a esas horas, los molestos y luminosos rayos del sol que invadían la habitación verde y plateada.
Se movió ligeramente, cargando ya con la imposición de abrir los ojos, y comenzar ese nuevo día, ese rutinario nuevo día.
Solo a él parecía sacar de su eje esa tempranera luz. Aún, sus compañeros de alcoba dormían. En un ágil movimiento, se sentó en su cama, y estiró sus dormidos músculos. Refregó suavemente, sus manos en su rostro, incorporándose. Encontró sus zapatos, y se los calzó a medias, para luego recoger y colocarse, su bata plateada, colgada de la punta de su cama. Hecho esto, salio de allí.
El sillón de la Sala Común de Slytherin, no era el mejor lugar para descansar, y aunque a cualquiera, a esas horas de la mañana, le hubiera importado poco y nada la comodidad del susodicho, él sería la eterna excepción de los demás.
Sin poder resistir la molestia de los resortes en su espalda, se levantó. En una pequeña mesa que se hallaba a un costado del sillón, una jarra de agua llamaba a su garganta. Se sirvió un poco y llevo el vaso a su boca, mojándose los labios. Lo dejó a medida de su pecho y jugó con él, recorriendo su borde con el pulgar. Volvió a dejar este en su lugar, mirando hacia su alrededor. Misma Sala Común, mismos sillones, mismos cuadros, nada nuevo.
El cuadro central de una serpiente, era lo único que podía llamar apenas su atención.
En ese, no sólo había una culebra mostrando sus dientes, a la defensiva. Si no qué, aunque únicamente Scorpius veía, tenía cierto brillo en sus ojos, un brillo escarlata.
Dado por hecho, volvió a desparramarse en el sillón.
-Hey! Scorpius! – Saludo Albus, su amigo, entrando en aquel momento a la sala común.
El rubio solo se limitó a levantar una mano en señal de saludo, sin inmutarse de su lugar. El pelinegro no había bajado las escaleras, ¿No dormía a esas horas? ¿Qué le pasaba al mundo?
¿De donde vienes? – Preguntó Malfoy, enarcando una ceja, con su mayor curiosidad puesta en juego.
Albus sólo movió los ojos hacia un costado, con una media sonrisa que dejaba ver, únicamente algunos de sus blancos dientes. – Vamos, colega – Le guiñó a su amigo, desplomándose en otro sillón. – De fiesta, por ahí… - Explicó incompletamente, a sabiendas de lo mucho que se conocían.
Scorpius asintió, recordando, ahora, que su amigo no había estado aquella noche en la habitación. Ni le pregunta con quién se fue, ni a qué fue. Era algo típico, común.
-Emm, Albus…- Murmuró el rubio, mirando a su amigo por encima de su propio hombro. Pero él ya no lo escuchaba, dormía profundamente. Estirado y hundido entre las almohadas color casi jade. Los lentes se le habían caído, mostrando a la vista como el cabello le llegaba a tapar los ojos por minimidades. Su corbata, que desde que había llegado estaba mal puesta, ahora caía sobre su pecho, algo arrugada.
Scorpius, quién lo miraba inexpresivo, creía que jamás vería una persona tan holgazana.
Volvió a girar la cabeza donde antes, estirando sus brazos y dejándolos al costado de su torso.
¿Qué cosa interesante le podría pasar ese día? Al parecer, lo mismo de siempre.
Desayunaría, iría a sus clases, la vería, caminaría hasta el Gran Comedor, almorzaría, la vería, se quedaría en la biblioteca, haciendo las odiosas tareas de un alumno de Slytherin en su 7° año, donde la vería, y tal vez más tarde, en otro lugar del extenso Hogwarts, también la vería.
Pero ya que, podía desquitar todos sus caprichos de aquella pelirroja con otra, sabía que nunca se compararía, que desde aquella noche, nada volvería a ser lo mismo para él.
Lleva una mano a su boca, y con sus dedos, acarició apenas sus labios.
Suspiró pesado, recordando cada una de las cosas que conocía de esa chica, marginando en su mente ideas erróneas.
Pasó un par de largos minutos allí, y se dijo a si mismo que lo mejor era salir hacia otro lado, pero dudó de su propio pensamiento ya que aún tenía puesta su bata no del todo atada, que dejaba ver parte del principio de su pecho y sus marcados hombros.
Subió las escaleras y una vez en su habitación buscó su uniforme, dejó para lo último su corbata, colocándola alrededor de su cuello, sin nudo ni nada, que decía algo como “Con esto se viste, un Slytherin rebelde”. Logró despeinar su cabello rubio aún más si se podía, y es que así le gustaba, nada de formalidades para él.
Después de vestirse, y prepararse para esa larga mañana, salió, no sólo de su habitación, si no también de la Sala Común, olvidándose, a propósito claro esta, de despertar a su mejor amigo, Potter.
Llegó al Gran Comedor para la hora del desayuno, siendo uno de los primeros, y eso que había revoloteado por el castillo graduadamente. Había pasado por la lechucería, para mandarles cartas a sus padres, y por el baño de prefectos, donde se había dado un buen baño para auto consentirse, por las rondas que no había hecho la noche anterior, y de seguro, alguna que otra cosa más.
Camina hasta su mesa correspondiente, aquella que se ubicaba a la derecha de la puerta principal, y pegada a la vistosa y lujosa pared de ese mismo extremo. Se sentó en uno de los bancos con una agilidad y elegancia casi anormal. Poseía ese porte gallardo y exquisito heredado de los Malfoy, y esa sangre fría y orgullosa,
que fluía en sus venas, recalcando que pertenecía a los Black, aunque sea por antepasados.
A su tiempo, los alumnos y profesores faltantes hicieron acto de presencia en el lugar, comenzando a comer y disfrutar de su desayuno. Que aunque cambie diariamente, para él siempre era la misma cosa, con apariencia distinta. Atinó a levantar la vista, en el preciso momento en el que una pelirroja de ojos azules entraba con andar bailarín, pero no infantil, al Comedor. Su mirada gris como el acero se incrustó en su cuerpo, en su rostro, y terminó en su cabello, admirando lo que para él era sólo una fantasía. Un cruel engaño a sus ojos.
Baja su mirada antes que ella pudiese darse cuenta, ante todo, cauteloso. Apenas tomó un poco de jugo de calabaza, y una que otra porción de tarta de melaza en el amplio periodo de tiempo que tenía.
Estaba a punto de incorporarse para salir de allí, en plan de prepararse para la futura visita a Hosmeade, pero la directora, Minerva Mcgonagall lo interrumpió.
Alumnos y alumnas de Hogwarts, como ustedes saben, una de las tradiciones de esta institución es que cada cuatro años se lleve a cabo el baile de Navidad, como estamos a un mes exacto de la fecha, les avisó con tiempo, para que tengan un lapso de organización prudente, sólo pueden concurrir alumnos desde el cuarto curso, eso es todo, y espero que la pasen bien en este… baile. – Y terminó así su corta perorata, frunciendo sus labios y amargando su rostro, ese mohín más que común en la ya decrépita mujer. A continuación, podían contemplarse los murmullos y susurros de las ya interesadas chicas.
Sólo tres palabras rondaban la mente de Scorpius en un momento tan inoportuno como ese.
Un baile. Mierda.